El Manifesto

 

muller fopa

Lo absoluto, que en varios pueblos primitivos hubo asumido el carácter de lo divino, en los mundos civilizados ha mutado en lo <abstracto>, se ha vuelto el diagrama de la realidad y al mismo tiempo, en su peor enemigo. Pero, ¿puede acaso la realidad tener un enemigo? ¿No es ella el ejemplo por excelencia de la validez del refrán: “Si no puedes contra ellos, únete a ellos”?

 

Nadie puede combatir a la realidad, pues es ella la que combate. Empero la abstracción produce la volatilización de los detalles articulados, los desarma, cuando rige la realidad lo hace con el rearme de los detalles.

 

La atención se concentra sobre lo concreto y lo especulativo, ella consigue reunir estos detalles cuando están completos, y con ello representa ella misma el modelo de este mecanismo. Se aguardan resultados. Lo único incierto que queda es determinar si se trata de resultados de la acción o del pensamiento.

 

En realidad se contradicen. Es una u otra cosa, porque obrar significa no entender nada, abalanzarse y consumar hechos, comprender en cambio torna imposible la acción. “Comprender todo significa perdonar todo”. Es la sociedad la que puede perdonar y ante ello se detiene la furia por conceder. Según la logica, debería hacerse una sola cosa: No comprender nada.

 

El momento es todopoderoso. Es omnipresente y todo lo puede. Se vuelve lo absoluto. Entonces surgen en el mismo lugar todos los innumerables detalles de la vida, por un instante que parece ser una eternidad.

 

Corresponde a la omnipotencia poder detener el tiempo. Poder algo significa poder dejar transcurrir el tiempo. La transmutación de una novedad depende de este golpe de péndulo, mientras ante los ojos del público se sigue indagando, en realidad él mismo ya se ha transformado en la novedad; pero a esta novedad sigue otra, por razones que son independientes de la realidad y obedecen más bien a una naturaleza psicológica. Por ello, para para que la justicia pueda ejercerse, es necesario prolongar el instante.

 

Dicho en forma sencilla, uno se hace una imagen, temporal y en cierta medida, también espacial. En esta imagen ella ubica todo lo que aparece y que tenga alguna, si bien lejana relación con los hechos, o mejor dicho, lo que no tenga relación alguna, es suficiente que quepa en la imagen. Detrás de esto se alberga la idea de seleccionar a continuación, para que todo obtenga, a modo de relato, un contexto con sentido. Pero el momento de esta etapa de trabajo no llega nunca, por razones prácticas, porque toda la atención está absorbida por otro caso, o porque la imagen ya está llena de hechos y no dispone de más espacio, para poder maniobrarla intelectualmente. Pero tampoco llega simplemente porque no puede llegar, porque la función de este instante consiste en subsistir como promesa y porvenir en el horizonte.

 

Contemplando estos datos ocasionales acumulados se podría decir: “¿Pues que significan todos estos pequeños objetos humanos, estas intrascendencias de lo casual, en vista de la inmutable e indiferente amplitud del universo?”. Se podría afirmar también: “Hay que ver lo amplio y total, pensar en perspectiva”. Pero sobre nuestra cabeza pende amenazante la imagen repleta de datos, sin perspectiva.

 

Por una concordancia que no es casual esta crisis provoca que a estos nuevos ejércitos se oponga un gigantesco y formidable fantasma y ya se sabe como se complican las cosas (hasta lo inextricable) cuando el diablo mete la cola.

 

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